martes, 30 de diciembre de 2008

una nochevieja


Hacía un día precioso, claro y frío. La Toscana resplandecía bajo ese sol del último día del año. Cogimos un tren hacia Siena. No parábamos de hablar, él con su acento cantarín y yo con un poco de tristeza. Hablábamos de todo, de arte, de arquitectura, de música, de libros. Parece que se nos acababa el tiempo y teníamos que estar todo el tiempo diciendonos cosas, mirandonos y tocandonos.
Bajamos del tren en Siena, pero podía haber sido cualquier otro sitio, San Giminiano, Pisa, ... Deambulamos por las calles, estrechas y con fachadas encaladas en preciosos colores deslavados, la plaza del palio, pequeños rincones, cafés típicos, gente contenta deseandose feliz año nuevo, Auguri! mientras seguiamos hablando y tocandonos y mirandonos.
Nos compramos un panetone de chocolate, tomamos varios cafés, subimos a la torre del Duomo, desde donde se veía toda Siena, tan bonita bajo la luz de Diciembre, con un aire que cortaba la cara, entramos en varios museos, uno de ellos con arte escandinavo, fotos de playas del mar del norte, frías y oscuras. Él miraba las fotos, yo le miraba a él, intentando grabarme en la memoria sus formas, su olor, el tono de su voz, que sabía que iba a añorar el resto de mi vida. Y los añoro, a él y a la luz de la Toscana, cada vez que es Nochevieja.

jueves, 18 de diciembre de 2008

2008

Hago el Camino de Aragón

Carola Power viene conmigo

Conocemos a Susana Idol

Inauguramos el local

A Lola le quitan un dedito

Me dan un premio por el local

Izaro empieza a andar

Tino, Merri, Duende y Javi vienen a verme

Nos vamos a Chillida Leku

Izaro se va a Quebec

Lola se cura

Itsasne empieza a andar

Itsasne se va a Paris

Empiezo a fumar

Me voy a León con Tino

Izaro habla mucho

Nos vamos a NY

Veo a mi familia

Voy a Oviedo con Idol y Power

Dejo de fumar

A petición popular: Fin de año en Gredos,
con amigos y vino y txistorra. Perfecto!

viernes, 5 de diciembre de 2008

flores


Ayer ví a un hombre con un ramo de flores. Bajaba delante de mí las escaleras del tren. El hombre era mayor y vestía normal, una chamarra y unos pantalones vaqueros. Las flores eran muy bonitas, unas rosas recién abiertas, amarillas con los bordes un poco rojos. Me pregunté dónde iría con las flores; si se las iba a regalar a alguien; si decorarían un jarrón en la entrada de una casa; si eran sólo para él, para adornar el centro de la mesa de su cocina y de su cena; si eran para alguien enfermo o alguna madre reciente.
Las llevaba con naturalidad, como si estuviera acostumbrado. Hablaba con otra persona mientras bajaba las escaleras sin dar importancia al ramo.
A mí no me gusta que me regalen flores porque siempre que me las han regalado ha sido porque me han hecho algo gordo. Prefiero verlas y no cogerlas, o si no, cogerlas yo misma para regalar.
Debajo de mi casa hay flores unos meses al año. Hay un rosal y unas matas de calas que desaparecen en invierno y resucitan en primavera. El rosal es muy antiguo, tiene el tronco leñoso y da flores rosas. Las calas crecen salvajes sin cuidados y creo que cada año hay más.
Un año había calas y margaritas en diciembre. Fue un pequeño milagro, el mismo que hizo que ella naciera. Cogí un ramito pequeño y se lo dí a ella, a la más bonita flor de diciembre.

lunes, 1 de diciembre de 2008

la espera

No va a ser cuando me pase, si no cuando yo lo decida. Para entonces espero tener una cama caliente, un refugio, tiempo para dedicarle. Espero tener a alguien con quien compartirlo con seguridad, esperarlo con ilusión. Quiero hacer bien las cosas, prepararme para ofrecer lo mejor de mí, ser un recipiente adecuado para que la semilla germine, que tenga lo que le haga falta, humedad, luz, tranquilidad, buena temperatura.



Mientras, espero con paciencia. No hay prisa.

olivas

Suele hacer mucho frío. Nos levantamos pronto, cogemos la comida para el almuerzo, las mantas, la zaranda, la barquilla, los palos y la bota de vino, nos montamos en la Express y vamos al campo. A trompicones entramos por el camino. A veces también viene el Tato, él viene en bici, vestido a la moda de 1979 y arrastrando el palo desde su casa, más que verle, se le oye llegar.
Enseguida se organiza el trabajo, unos a palear, otras a zarandear. Es muy agradable trabajar con esta compañía, cada uno sabe lo que tiene que hacer y se bromea mucho, nos reímos.
Este año está nublado, el Moncayo tiene nieve y una nube que lo tapa a ratos. Hay pocas olivas, pero tan bonitas. Los árboles están en su esplendor casi invernal, se ven las hojas como de plata cuando les da un rayito de sol. No hay fruto en todos los árboles, sólo en los que no habíamos limpiado el invierno pasado. Cuando no tenemos que zarandear, nos unimos al paleo y al arrastre de las mantas. Enseguida entramos en calor. Y también el hambre llega pronto. Mi padre hace el fuego, Jorge limpia la parrilla y los demás comemos. Esta vez hay chistorra, panceta y chorizo, la bota de vino y de postre mandarinas. Se trabaja mejor después del almuerzo. Al cabo de unas horas el patrón nos dice que quedan 5 olivos y de verdad quedan 7, así que venga, hasta acabar. Nos dan las 3 de la tarde, que se está volviendo cada vez más fría por el viento. Nos quitamos los guantes para meter la mano en la barquilla de las olivas, tan suaves. Miren coge un retoño de olivo para llevarlo a casa. Lola ha encontrado un conejo y se lo come. Yo hago fotos. Vienen con las últimas olivas y las zarandeamos, recogemos las mantas, los palos y miramos la barquilla. Pedro dice, 200, otro yo creo que 300 kilos. Van a pesarlas y son 220. No hay muchas olivas este año, pero tendremos aceite para todos.
El año que viene más y mejor. Siempre es mejor.