lunes, 22 de junio de 2009

la caja


Lleva una caja guardada en el bolso. La mete todos los días por la mañana y la saca por la noche, no se vaya a romper. En ella viven dos mariposas doradas que duermen todo el día. Las mariposas llevan en sus alas un polvo dorado que se desprende cuando vuelan. Este polvo dorado es lo más importante de la caja, por eso la cuida tanto.

Vive en una ciudad muy grande y gris, llena de gente y de coches, de humo y de lluvia fina, donde apenas sale el sol y no hay muchas flores. Tiene que salir de casa cada día muy temprano, está ocupada durante muchas horas y llega a casa cansada. No tiene tiempo de acordarse, de sentir, casi ni de cantar. Sabe que tiene la caja dentro del bolso y eso le da un poco de alegría, de esperanza.

A veces, por la noche, abre la caja y salen las mariposas, que empiezan a volar contentas, dando giros y jugando, dejando el aire lleno de polvo dorado que se posa en su pelo, en los hombros, en las manos y los brazos desnudos, derritiendo la capa gruesa que se pone para aguantar los días, todos los días. Debajo de esa capa derretida se empieza a ver una piel blanca y fina, muy sensible, donde ella tiene escritos sus sentimientos, sus amores, lo que no se permite sentir cada día, pero que sigue ahí con ella. Y cuando el polvo dorado acaba por derretir la capa gruesa se dice que no volverá a hacerlo, que no dejará escondidos sus sentimientos que se alojan en el costado como un nudo duro y que le duele, que permitirá que le envuelvan como oleadas cálidas y acogedoras, porque ella ama de una manera tan intensa que le desgasta y no puede caerse a cachos, ahora no, ahora tiene que ponerse otra vez la capa gruesa, esconder las mariposas en la caja y dormir, porque mañana saldrá de casa temprano, caminará entre coches y lluvias, será como tiene que ser, aguantando y dejando pasar el tiempo, pero siempre con la caja en el bolso, que palpa varias veces a lo largo del día, para ver si sigue allí.

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