martes, 30 de diciembre de 2008

una nochevieja


Hacía un día precioso, claro y frío. La Toscana resplandecía bajo ese sol del último día del año. Cogimos un tren hacia Siena. No parábamos de hablar, él con su acento cantarín y yo con un poco de tristeza. Hablábamos de todo, de arte, de arquitectura, de música, de libros. Parece que se nos acababa el tiempo y teníamos que estar todo el tiempo diciendonos cosas, mirandonos y tocandonos.
Bajamos del tren en Siena, pero podía haber sido cualquier otro sitio, San Giminiano, Pisa, ... Deambulamos por las calles, estrechas y con fachadas encaladas en preciosos colores deslavados, la plaza del palio, pequeños rincones, cafés típicos, gente contenta deseandose feliz año nuevo, Auguri! mientras seguiamos hablando y tocandonos y mirandonos.
Nos compramos un panetone de chocolate, tomamos varios cafés, subimos a la torre del Duomo, desde donde se veía toda Siena, tan bonita bajo la luz de Diciembre, con un aire que cortaba la cara, entramos en varios museos, uno de ellos con arte escandinavo, fotos de playas del mar del norte, frías y oscuras. Él miraba las fotos, yo le miraba a él, intentando grabarme en la memoria sus formas, su olor, el tono de su voz, que sabía que iba a añorar el resto de mi vida. Y los añoro, a él y a la luz de la Toscana, cada vez que es Nochevieja.

jueves, 18 de diciembre de 2008

2008

Hago el Camino de Aragón

Carola Power viene conmigo

Conocemos a Susana Idol

Inauguramos el local

A Lola le quitan un dedito

Me dan un premio por el local

Izaro empieza a andar

Tino, Merri, Duende y Javi vienen a verme

Nos vamos a Chillida Leku

Izaro se va a Quebec

Lola se cura

Itsasne empieza a andar

Itsasne se va a Paris

Empiezo a fumar

Me voy a León con Tino

Izaro habla mucho

Nos vamos a NY

Veo a mi familia

Voy a Oviedo con Idol y Power

Dejo de fumar

A petición popular: Fin de año en Gredos,
con amigos y vino y txistorra. Perfecto!

viernes, 5 de diciembre de 2008

flores


Ayer ví a un hombre con un ramo de flores. Bajaba delante de mí las escaleras del tren. El hombre era mayor y vestía normal, una chamarra y unos pantalones vaqueros. Las flores eran muy bonitas, unas rosas recién abiertas, amarillas con los bordes un poco rojos. Me pregunté dónde iría con las flores; si se las iba a regalar a alguien; si decorarían un jarrón en la entrada de una casa; si eran sólo para él, para adornar el centro de la mesa de su cocina y de su cena; si eran para alguien enfermo o alguna madre reciente.
Las llevaba con naturalidad, como si estuviera acostumbrado. Hablaba con otra persona mientras bajaba las escaleras sin dar importancia al ramo.
A mí no me gusta que me regalen flores porque siempre que me las han regalado ha sido porque me han hecho algo gordo. Prefiero verlas y no cogerlas, o si no, cogerlas yo misma para regalar.
Debajo de mi casa hay flores unos meses al año. Hay un rosal y unas matas de calas que desaparecen en invierno y resucitan en primavera. El rosal es muy antiguo, tiene el tronco leñoso y da flores rosas. Las calas crecen salvajes sin cuidados y creo que cada año hay más.
Un año había calas y margaritas en diciembre. Fue un pequeño milagro, el mismo que hizo que ella naciera. Cogí un ramito pequeño y se lo dí a ella, a la más bonita flor de diciembre.

lunes, 1 de diciembre de 2008

la espera

No va a ser cuando me pase, si no cuando yo lo decida. Para entonces espero tener una cama caliente, un refugio, tiempo para dedicarle. Espero tener a alguien con quien compartirlo con seguridad, esperarlo con ilusión. Quiero hacer bien las cosas, prepararme para ofrecer lo mejor de mí, ser un recipiente adecuado para que la semilla germine, que tenga lo que le haga falta, humedad, luz, tranquilidad, buena temperatura.



Mientras, espero con paciencia. No hay prisa.

olivas

Suele hacer mucho frío. Nos levantamos pronto, cogemos la comida para el almuerzo, las mantas, la zaranda, la barquilla, los palos y la bota de vino, nos montamos en la Express y vamos al campo. A trompicones entramos por el camino. A veces también viene el Tato, él viene en bici, vestido a la moda de 1979 y arrastrando el palo desde su casa, más que verle, se le oye llegar.
Enseguida se organiza el trabajo, unos a palear, otras a zarandear. Es muy agradable trabajar con esta compañía, cada uno sabe lo que tiene que hacer y se bromea mucho, nos reímos.
Este año está nublado, el Moncayo tiene nieve y una nube que lo tapa a ratos. Hay pocas olivas, pero tan bonitas. Los árboles están en su esplendor casi invernal, se ven las hojas como de plata cuando les da un rayito de sol. No hay fruto en todos los árboles, sólo en los que no habíamos limpiado el invierno pasado. Cuando no tenemos que zarandear, nos unimos al paleo y al arrastre de las mantas. Enseguida entramos en calor. Y también el hambre llega pronto. Mi padre hace el fuego, Jorge limpia la parrilla y los demás comemos. Esta vez hay chistorra, panceta y chorizo, la bota de vino y de postre mandarinas. Se trabaja mejor después del almuerzo. Al cabo de unas horas el patrón nos dice que quedan 5 olivos y de verdad quedan 7, así que venga, hasta acabar. Nos dan las 3 de la tarde, que se está volviendo cada vez más fría por el viento. Nos quitamos los guantes para meter la mano en la barquilla de las olivas, tan suaves. Miren coge un retoño de olivo para llevarlo a casa. Lola ha encontrado un conejo y se lo come. Yo hago fotos. Vienen con las últimas olivas y las zarandeamos, recogemos las mantas, los palos y miramos la barquilla. Pedro dice, 200, otro yo creo que 300 kilos. Van a pesarlas y son 220. No hay muchas olivas este año, pero tendremos aceite para todos.
El año que viene más y mejor. Siempre es mejor.

martes, 25 de noviembre de 2008

25 de noviembre


NO a la violencia contra las mujeres

miércoles, 19 de noviembre de 2008

mandarinas

Me suelo llevar un par en el bolsillo cuando voy al monte en otoño. Es cuando mejor saben, después de andar un rato, un poco cansada, cuando te da la sed. Si hace sol es mucho mejor. Me siento en una roca o en un claro y me pelo las mandarinas. Enseguida viene Lola porque a ella también le gustan. Las compartimos, un gajo yo, otro ella. Se lo tiro al aire y ella salta y lo coje con la boca. Si está muy ácida, lo tira, menuda es.
Hay días que no hace falta subir al monte para comer mandarinas. Nos vamos de paseo y hacemos lo mismo. En cuanto pelo una, viene corriendo desde donde esté y me pide, me da la pata, me mira con cara de no haber comido en meses, como si se estuviera muriendo de hambre.

No me las suelo comer enteras, sólo las muerdo sacándoles el zumo y tiro lo demás. A Itsasne tambén le gustan mucho, pero a ella hay que quitarle la piel porque es una princesa y las de su clase no comen piel de mandarinas. Aquí el compañero se las come de golpe, enteras, sin deshacer los gajos. Lola le mira con pena, porque a ella no le toca nada.
Me gustan las pequeñas, las que tienen la piel fina y cuesta quitar. Parece que dentro está concentrado todo el calor del verano que ya pasó. Son pequeños rayos de sol, las mandarinas.

lunes, 17 de noviembre de 2008

qué raro!



Qué raro!, me decía al traspasar las puertas.
Qué raro!, me decía al cogerme de la barandilla de la escalera
Qué raro!, me decía al mirar los azulejos en la pared.
Qué raro!, me decía al abrir el agua de la ducha.
Qué raro!, me decía al nadar en la piscina.
Qué raro!, me decía al abrir el periódico del domingo.
Qué raro!, me decía al encender la luz de la habitación.
Qué raro!, me decía al bajar los peldaños.

Hasta que caí. Allí no usan metros ni centímetros. Allí usan pies y pulgadas. Claro!, era eso. Se nota en las proporciones, en las alturas y en las anchuras, en el tamaño del periódico, en las brazadas que me cuesta cruzar la piscina. Es como estar en otro mundo de proporciones, o como si la envergadura del cuerpo fuera otra, como si hubiera menguado o se hubiera inflado. Qué raro!

brooklyn


Era un viernes por la tarde. Hacía calor, aunque debería de haber hecho frío. Paseábamos por la ribera del río, un poco más tarde cruzaríamos el puente, cuando anocheciera. Encontramos una señal verde con una hoja y decidimos seguirla. Nos llevó hasta la vera misma del río, donde se veía la otra parte de la ciudad, donde los edificios son altos y el ruido es intenso. En esta otra parte no, las calles eran tranquilas, de vecinos con niños disfrazados. Iban de casa en casa pidiendo dulces y al abrir la puerta yo me quedaba para ver las casas por dentro, los suelos, los salones, las personas que vivían de verdad en la ciudad. Estaba un poco molesta, él quería irse de allí porque tenía hambre y yo no me quería perder nada, quería quedarme allí con ellos, con sus caras ilusionadas y los disfraces graciosos hechos en casa.
Los edificios eran viejos, de principios de siglo pasado; estaban muy bien cuidados. En alguna de estas casas vivirá Paul Auster, me dije, y también viviría Walt Whitman, tanta gente, tantas veces recorridas estas calles con la imaginación por los libros. Quería quedarme más tiempo, fijarme en cada detalle, aprenderme la luz de memoria, los nombres de frutas de las calles: Cranberry, Orange, Peach.
Buscando un sitio para comer dimos con la calle principal de la zona. En una de las aceras había una cola inmensa de gente. Esperaban el turno para entrar en una tienda de disfraces. Al lado había una librería de segunda mano. Enfrente, una tienda de bagels. Nos sentamos en la pequeña terraza que estaba un metro por debajo del nivel de la calle. Apenas cabían 4 mesas pequeñas. Comimos el bagel con ensalada de atún, viendo a la gente pasar al calor de una tarde de otoño en Brooklyn.

jueves, 13 de noviembre de 2008

brancusi



Era una tarde muy fría, por eso buscamos un sitio calentito para pasarla. Tenía los pantalones mojados, las botas casi me calaban ya. Al entrar se me empañaron las gafas. Había mucha gente de todos los países. Estábamos todos muy abrigados, así que parecía que éramos muchos más.
El edificio tenía cuatro plantas que se podían visitar. Lo hicimos al revés y empezamos por la primera. Al llegar a la cuarta ya estaba borracha de colores, de texturas, de objetos, de gente. Era una planta dedicada a los primeros años del siglo XX, con cuadros y esculturas. Al pasar de una sala a otra, me detuve a mirar con atención. Había unas esculturas de pájaros larguiruchos, de caras brillantes con ojos y nariz afliados, sin pelo. Eran unas esculturas pequeñas, colocadas en soportes altos y alargados. Nadie las miraba, pasaban rápido a ver lo que era más llamativo, como el gigantesco cuadro de Monet que estaba cerca. Yo sí me quedé, mirándolo todo y dando vueltas para verlo por todos los lados. En medio de ese montón de estímulos me gustaba mucho más observar la superficie lisa y suave de estas esculturas, las formas como de carne bien hidratada que había conseguido en estos materiales tan duros. Sentí mucha paz y dejé de estar agobiada. Me había encontrado con un amigo al que hace tiempo no veía. Brancûsi...dije bajito.

martes, 11 de noviembre de 2008

mañana de viernes



Me levanté pronto por la mañana , como el resto de la familia. Había dormido muy bien, en una cama de princesa del guisante, con varios colchones apilados y un montón de almohadas. La cama tenía dosel y una lamparita que se apagaba poco a poco, no de golpe. Habíamos quedado para desayunar porque mi tren salía esa mañana. Era una mañana especial, el sol había salido ya, el cielo estaba muy azul pero hacía frío. Me gustaban esas mañanas entonces, casi siempre iba andando a la escuela para ver cómo se despertaba la gente, cómo se veían los árboles, cómo olía en la calle.
Entré en la cocina y me preparé un café con sabor a avellana. La noche anterior había habido cena y vino y ... bueno, lo demás.

Salí a la calle. Era muy tranquila, casi no pasaban coches. No tenía aceras, el césped de las casas llegaba hasta el asfalto de la carretera. Había gente recogiendo las hojas del jardín, yendo a trabajar. Me acerqué hasta un parque cercano, aún con la taza de café que ya se estaba quedando frío. Una luz dorada lo bañaba todo, la valla del parque, los troncos de los árboles, las hojas en el suelo. Me ví como entonces, cuando iba andando a la escuela, contenta por el rato del paseo, con la nariz muy fría, el pelo largo, toda la vida por delante. Y pensé que no había cambiado tanto, que tengo muchas cosas por descubrir aún, que lo que entonces quería hacer lo he hecho, que soy como me imaginaba. La nariz y las manos se me estaban helando. Antes de entrar cogí una hoja del suelo que justo acababa de caer del árbol, una hoja roja preciosa de arce, el árbol que siempre hace que me sienta como en casa. Había vuelto a casa.

bellezas de hoy




belleza_01
mi perra


















belleza_02
mis libros


















belleza_03
mis viajes




















belleza_04
mi arce

... y mis niñas

sábado, 8 de noviembre de 2008

mariposas



Fui a ver las mariposas. De todas las cosas que había por ver, era la más emocionante. Hay que pasar por una sala fría, con dibujos de gaviotas y cormoranes. La habitación está a un lado, muy iluminada. Tiene dos puertas; un guarda advierte que para abrir una la otra tiene que estar bien cerrada. Abro la puerta y me encuentro en otro mundo, en otro clima, en otra hora del día. Hace más calor, un calor húmedo que se agradece. Hay mucha más luz que en la calle.
Las mariposas vuelan libres por la sala, en silencio. Es un gran espectáculo, las hay de todos los tamaños y colores. Yo me emociono viéndolas, porque no vivirán mucho y hoy he tenido la suerte de verlas, tan bellas. Ellas no se dan cuenta de nada; vuelan buscando comida, o compañía, o una hoja agradable donde descansar. Comen fruta con azúcar; hay naranjas en tarritos para ellas y también plátanos. No puedo dejar de mirarlas. Son muy sociables y si no me muevo mucho alguna se posará en mí. El señor que va delante mío tiene una gigantesca en la oreja, preciosa, con las alas negras de terciopelo y un círculo marrón. Parece el ojo de un búho ese círculo. Hay otras que van juntas a todas partes; estas son azules como agua de mar clara. Están alegres, hacen piruetas al volar y parece que estén jugando. Las rosas y marrones son las más tímidas. Van solas y vuelan poquito a poco, posándose sólo un rato en cada hoja.

En la habitación hay gente que las conoce a todas. Son personas mayores ya jubiladas. Una niña les hace muchas preguntas y ellos con paciencia le explican todo. Yo me quedo a escuchar las preguntas de la niña, ella sabe bastante más que yo; me quedo mucho rato en esta habitación, en este mundo artificial maravilloso.

http://www.amnh.org/exhibitions/butterflies/gallery.php

viernes, 7 de noviembre de 2008

en el aeropuerto



Espero al avión en una sala enmoquetada. En una esquina hay una tele con el volumen muy alto. La gente se sienta aquí y allí, sin juntarse mucho, sin mirarse siquiera. Por la ventana se ven los aviones que se van, no los que llegan. Está oscureciendo y las luces se empiezan a encender. El perfil de la ciudad va desapareciendo poco a poco entre la polución y la caída de la noche. Un edificio resalta sobre los demás; se reconoce su perfil desde cualquier punto de la cuidad. Estos días ha estado iluminado de diferentes colores: naranja por Halloween, blanco-naranja-azul por el maratón, rojo-azul-blanco por las elecciones. Se esconde poco a poco como el sol, como el día. Si me fijo bien lo puedo ver con claridad con los ojos de la memoria. Ahí lo guardo hasta que vuelva.

viernes, 31 de octubre de 2008

volver


Las hojas de los arboles en el suelo, amarillas, naranjas, rojas. Mi familia de aqui, ahora aumentada. Las calabazas con caras, las galletas de canela, el cafe en la cocina, Denise, Mike, Alex, Marcia y Richard. Ahora tambien Isabel y Zach. Copa de vino blanco, cena maravillosa, cosmopolitan. You are skinny, you hair is short. You were a beautiful girl, now you've become a beautiful woman. Mi arbol rojo, un arce en el parque en otono en Schenectady, Nueva York. Gracias a todos, os quiero.

viernes, 24 de octubre de 2008

un cuento


Era una chica muy fuerte, grande, con las piernas musculosas, las manos regordetas, un poco torpe. Cogía una taza de porcelana y de la fuerza que tenía la rompía. Lo mismo le pasaba con las copas de cristal. Se ponía unas medias y como tiraba tanto, enseguida se le hacían carreras. No lo podía evitar. Al comer también le pasaban cosas; se manchaba el escote enseguida de tanto que salía para afuera, le caían gotas en las camisas y manchaba los vestidos.

Ella se frustraba, porque en realidad quería ser una princesa, caminar erguida y con tacones altos, beber en copas de cristal tan finas que apenas pesaran, agarrar las tazas con dos dedos. Quería ser como las chicas que a él le gustaban, de esas que apenas arrojan sombra al caminar, con el pelo largo y liso, un poco escaso; con la voz y la risa de cantante y los pies pequeños.

Con el tiempo aprendió a verse un poco así, como una princesa. Se dió cuenta que sus pies grandes le servían para nadar mejor, que las piernas musculosas hacían que subiera montañas con facilidad y al final tener un escote grande le serviría de algo. Aprendió también a andar con cuidado y a usar medias de las que no se hacen carreras.

Ahora camina y le gusta ver su sombra reflejada en el suelo. También le gusta su voz porque dice cosas muy bonitas; ahora tiene la vida que siempre había querido tener; ahora es una princesa.

miércoles, 22 de octubre de 2008

un parque


Era un día de fiesta inesperado. La primavera estaba en pleno auge, todo verde y florecido. Hacía sol y estaba contenta, así que decidí coger un tren. Había ido muchas veces durante aquel año, pero siempre como a ratos y con cosas que hacer. Ese día no tenía nada pensado, ningún plan.

Al llegar allí y salir de la estación, pasé por el mercado, a ver las verduras y las frutas de primavera, las fresas y las cerezas, a ver los panes enormes, los caracoles.

Llegué hasta el edificio blanco, sencillo pero hermoso. Detrás de él se intuía un parque como escondido. La hierba estaba verde y muy fresca, abundante. Había muchos tipos de árboles, los más bonitos se pondrían rojos en otoño y no eran muy grandes. Había líneas de agua, aquí y allí, con graciosos rebosaderos. Las flores crecían salvajes pero con un orden muy natural. Era un parque con muchas zonas soleadas y también sombras agradables.
La gente lo disfrutaba, se tumbaba en la hierba, conversaba, leía o cantaba. Yo también me tumbé. Desde mi postura se veían las puntas de la catedral. En el walkman sonaba una canción que podía ser de allí y también de aquí. Alguien hablaba por la radio, como bajito; no recuerdo lo que decía. Lo que sí recuerdo es que me sentí bien, tranquila como hacía tiempo, en mi sitio, en mi parque.

lunes, 20 de octubre de 2008

mi tío carlos


Nos hacía la escultura de un coche en la arena, cerca de la orilla. Nos sentábamos dentro y nos mojaban las olas cuando subía la marea; el coche iba llenísimo, dos delante y otras dos detrás; se deshacía con cada ola y nos entraba la risa.
Se hacía arpones con varillas de frigorífico y luego nos comíamos los cangrejos que pescaba.

Cuando íbamos al monte, al Upo, llevaba una mochila mágica en la que cabía de todo: una baraja de cartas, tiritas y mercromina, un cuchillo de esos con tenedor, abrelatas y tijera, aguja e hilo de coser, todo lo que es necesario en un día de monte, en paquetitos pequeños y bien organizados.


Pintaba cuadros de su mujer, muy joven entonces. También de Heidi para nosotras. A su hija le cuidaba muy bien, y a nosotras también. Nos ordenaba las zapatillas al ir a dormir y recogía la ropa que estaba por el suelo, nos arropaba en la cama.

Escribía muy bien, con una letra muy bonita. Las as las hacía como triángulos y no se torcía nada.

Ahora se jubila. Le quedan apenas dos semanas y empezará una nueva vida. Su mujer ya se la ha organizado un poco, pero creo que hará lo que quiera. Paseará al perrito que ha adoptado como suyo, jugará con sus sobrinas nietas, esperando que venga el nieto de verdad; viajará, seguro.
Estoy muy contenta por él, espero que esta etapa sea larga y la disfrute.

martes, 14 de octubre de 2008

la ducha


Coincidimos juntas en la ducha después del ejercicio. Cada una tiene un cuerpo diferente, unos más gordos, otros más flacos. Yo me fijo mucho, porque todos me parecen hermosos.
Hay mujeres que han tenido hijos y se les nota. Tienen la barriga más hinchada y las tetas un poco caídas. Hay chicas más jóvenes que tienen un cuerpo espléndido con poca ropa, pero desnudas no es tan bonito.
Puedo adivinar quién tiene pareja porque se cuida más, se recorta el vello púbico o se lo depila del todo. También quién lleva muchos años casada, porque tiene mucho pelo y descuidado, como rizado que hasta se ve a contraluz. Supongo que me equivocaré, porque las hay que son muy presumidas y se arreglan sólo para sí mismas.
Hay una chica que es muy delgada pero que tiene el cuerpo más feo. Le cuelga la carne por todos los sitos y es muy pálida, se le notan todas las venas. Su pelo es rubio y no se le ven las cejas ni nada. A mí no me cae muy bien; habla muy alto y todo le parece mal.

Hay otra chica muy joven que tiene el cuerpo muy bonito, muy morena con la carne dura y una arruguita en el culo que apetece acariciar.
Veo diferentes tipos de tetas; unas se pierden cuando la chica sube los brazos, otras cuelgan más abajo de las costillas, las hay que están muy bien puestas y casi no se mueven.
Al vestirnos todo cambia, las tetas se colocan en su sitio, se esconden los vellos púbicos y todas salimos estupendas al mundo real.

viernes, 10 de octubre de 2008

se me ha perdido


La estoy buscando desde hace días. He mirado en los bolsillos del pantalón, debajo de la cama, entre las hojas de los libros, en los cajones que nunca abro, en los bolsos que tengo guardados, detrás de las puertas y no está.

Antes la llevaba siempre conmigo, ahora que no la tengo ando un poco coja, pierdo los trenes, se me olvidan las citas, me cuesta respirar y me pongo a temblar como una hoja.

Creo que no estoy buscando donde debiera. Igual si miro un poco para adentro... Creo que veo algo, una luz brillante entre los pulmones y el estómago. Será ella? Será la fuerza que me falta? Voy a mirar con más atención...

jueves, 9 de octubre de 2008

mi compañera


Viene conmigo a todas partes, en el tren, a trabajar, a la biblioteca también. Hay sitios en los que no quiere entrar y se queda esperándome en la puerta. Pasamos el día juntas, todos los días, y también parte de la noche. Se pasa por mi cama a mirar cómo duermo, o a ver si coincide que estoy despierta. Tiene una manera diferente de hablar, pero nos entendemos bien. Yo a ella le cuento todo, cosas que no sabemos más que nosotras dos. Y ella me escucha como si fuera lo único que tiene que hacer en todo el día.
Le gusta mucho dormir y jugar con sus amigos, también le gusta el pan, pero a veces se tiene que poner a régimen y yo le digo que no se preocupe, que me pongo con ella.
Vamos a pasear todos los días, a veces muy juntas, otras cada una a su aire. Le gusta ir al monte, como a mí. Es una gran nadadora y los días que vamos a la playa echamos carreras. Me suele ganar, pero porque le dejo, que si no se pica mucho.
Alguna vez que me he tenido que marchar se ha enfadado. Al llegar no me saluda y se sienta mirando a través de mí, como si no existiera. En esos casos, lo mejor es dejarla y el enfado se le pasa.

No le gustan mucho los besos ni los achuchones, pero yo se los doy de todos modos, todo el rato.

miércoles, 8 de octubre de 2008

otra manera de ver la semana


los lunes, Almudena Grandes


los martes, Rosa Montero

los miércoles, Elvira Lindo

los jueves, Maruja Torres

los viernes, Juanjo Millás

los sábados, Manuel Rivas

los domingos, Manuel Vicent

Cada día, una sorpresa.

martes, 7 de octubre de 2008

bocadillo de nocilla


Hoy me lo merezco.Me estoy comiendo un bocadillo de nocilla. Es el bocadillo que más me gusta. Me lo preparo con una cuchara, así me como lo que sobra. Relleno el pan por las dos caras, cuando se juntan las dos partes salen los churretones, que me encantan. Es lo primero que como.
Sé que hay gente a la que no le gustan los churretones, a Julia y a Pedro, ellos se comen el pan casi seco. Iratxe y yo decimos que eso no es un bocadillo de nocilla ni es nada. A Miren le gusta más el chorizo pamplona, pero yo pienso que no tiene nada que ver. A Lola, sin embargo, le daría igual nocilla que chorizo. Se hace la longuis con la pelota, la trae y la deja caer para que me de cuenta que está por aquí. Ella se lo comería de un mordisco y digo yo que eso tampoco es comer un bocadillo de nocilla ni es nada. Claudio dice que a él no le gusta la nocilla y que no se la come, pero el bote se vacía de repente.



domingo, 5 de octubre de 2008

un domingo a la mañana


Me levantaba pronto y salía de casa sin desayunar. Daba igual el tiempo que hiciera, lo hacía todos los domingos. Empezaba a andar por mi calle, Avenida de la Sardiñeira. Bajaba un poco por la Ronda de Outeiro sin tráfico y seguía hasta Cuatro Caminos. Desde allí cogía Juan Flórez con las aceras sucias aún de la noche larga y luego me llegaba hasta Juana de Vega, hasta el quiosco de la esquina donde compraba el periódico. Sólo lo compraba los domingos, El País y La Voz.
Cargada de papel, me iba por los cantones hasta la calle Real, mi favorita. Allí empezaba a andar más despacio, disfrutando del silencio de esas horas y de la tranquilidad de los domingos. La gente salía a comprar el desayuno, a hacer deporte.

Entraba en el Dublín. Si tenía suerte, la mesa de la izquierda, al lado de la ventana, estaba libre. Esa mesa era mi favorita; una mesa con el pie de hierro forjado y el sobre de mármol descacharrado, con un paquete de servilletas y un cenicero. La silla era una de esas de cabaret.
Pedía un café con leche corto de café y abría el periódico. Me pasaba la mañana allí, desayunando y leyendo, viendo a la gente pasar por la calle, la gente que entraba en el bar, escuchando conversaciones ajenas, esperando a que aparecieras.

miércoles, 1 de octubre de 2008

mi barrio


En mi barrio viven personas de muchos colores. Creo que están todos los del mundo, también los idiomas y las religiones. Por la calle huele a París y Londres, a té verde y fritangas, a incienso y a cloaca. La gente viste como quiere. Los hombres llevan faldas y alguna vez he visto mujeres que no llevan nada.
Hay una acera donde están las chicas paradas, de pie, como esperando. Se pasan allí todo el día, haga calor o llueva. Esperan y mientras, fuman y alcahuetean y se ríen. Hay algunas muy guapas, otras son como abuelas, con su bolso de la reina-de-inglaterra. Si eres chico y pasas a su lado te dicen cosas, como ¡guapo!. Si eres chica, te miran de arriba abajo torciendo el morro. Los viernes la calle está a tope. Hay muchos hombres mayores bien vestidos, como de domingo y con la cartera abultada. Ellas se ponen muy contentas, porque no van a tener que esperar mucho.
En este barrio vive gente muy maja. A cruzarnos por la calle me sonríen, y si no les miro, pegan con los nudillos al cristal para saludarme, y eso que no les conozco. Una señora un día entró hasta dentro, me enderezó la espalda y me dijo que me cuidara, que estaba muy encorvada, con lo joven que eres, ponte derecha!

Por la calle pasan hacia la escuela muchos niños, también de colores. Unos llevan 27 coletitas en la cabeza de pelo muy rizado, otros llevan el pelo muy largo en una trenza gorda. Los hay también que tienen el pelo engominado y muy denso y negro. Estos hablan como cantando y alborotan mucho.

Hay una tienda de ultramarinos. La tendera es una jevi con tatuajes en las pantorrillas que escucha y canta copla española a voz en grito. Es una señora peculiar, de las de antes. Tiene un cuaderno sin tapas y con las hojas manchadas de grasa donde apunta lo que le deben. Hace las cuentas con llevadas y cuando pesa el queso, creo que pone un poco el dedo gordo para que pese más. Conoce la vida del barrio entero, y si no sabe algo, lo pregunta.
Yo estoy al final de la calle, en la esquina. Suele haber una perra grande que no muerde a la puerta. Si pasas por mi barrio, tócame el cristal o entra a saludarme.

martes, 30 de septiembre de 2008

el hueco de la cama

Duermo bajo un edredón nórdico. Si es verano, sin mucha ropa. A veces se me queda el hombro al descubierto. Me entra un poco de frío por ahí y se me ve el tirante. Me imagino que me acaricias el hombro con la mano abierta, dándome calor. Tú duermes a mi lado y no te enteras de nada. Yo te miro y quiero que te despiertes y que me veas el hombro y que me toques, pero te das la vuelta, mirando a la pared.

Me duermo. Y sueño. Hay días en que me vienen a visitar en sueños; es gente que conocí hace tiempo y que ya no volveré a ver. Ellos en su día me acariciaron. Y ahora en sueños lo vuelven a hacer. Duermo inquieta y me levanto con nostalgia. Al levantarme miro el hueco de la cama y es pequeño, como de una persona; las sábanas casi lisas, la almohada y el colchón un poco hundidos. Y pienso que igual no ha sido en sueños, que al final te has dado la vuelta, me has mirado y me has acariciado.

lunes, 22 de septiembre de 2008

luz roja


Hay una lápara roja en medio del salón. Al encenderla, todo se tiñe de rojo.
Se ha sentado cerca de ella. Su cara está roja, las orejas, un poco separadas, también. Lee con una atención roja un libro dorado. Tiene un brillo rojo en el labio de abajo y en la punta de su nariz. Su camiseta y las zapatillas se han convertido al igual que sus manos huesudas. No se mueve de tan rojo que está.
Le miro sin que se de cuenta. Una sensación roja me sube desde el estómago por la garganta. Es roja porque es caliente y me gusta, algo parecido a la ternura. Me acerco y le doy un beso en su cara roja. Me mira extrañado con puntitos rojos en los ojos. Vuelve la mirada al libro dorado y yo me siento lejos de la luz roja. Está mejor así, él envuelto en esa luz, yo mirando desde fuera.

domingo, 21 de septiembre de 2008

pablo


Ya tiene la maleta hecha. Se ha pasado el verano tocando el saxofón y el invierno entre libros de anatomía y enfermedades tropicales. No le he visto mucho, pero da lo mismo. Aunque no le vea sé cómo está y en lo que anda.
Se va un año a Florencia. Es muy joven y tiene mucha energía y curiosidad. Va a seguir estudiando y a otras cosas. En este caso, las otras cosas son lo más importante. Le deseo mucha suerte, que encuentre piso, que viaje por Italia, que se enamore allí también. Que estudie y se divierta. Que mire y escriba y toque. Que coma y beba, que pruebe todo.
Es un tipo muy peculiar. Es alto y muy guapo, un poco miope. Tiene un halo de confusión alrededor. A veces se atranca, se le pierden cosas, no se acuerda de lo más importante, se le rompe el coche. Él es así y es parte de su encanto. También es sensible y muy tierno. A veces hace preguntas como de niño pequeño que me hacen sonreir.
Toca muy bien el saxofón; suele llevar las partituras arrugadas y de vez en cuando se le pierde alguna hoja, pero sigue tocando igual de bien
.
No le veré en mucho tiempo, igual un año o así. Ahora, en el momento de la despedida, le digo que se cuide y que disfrute de lo que le toque vivir. Él me dice "gracias, tata" y me entra un poco de esa pena egoísta porque se va.
Espero que comparta lo que viva a partir de ahora. Aquí estaré para leer todo lo que me quiera escribir y para escuchar lo que me quiera contar.
Buen viaje.

jueves, 18 de septiembre de 2008

la niña con nombre de isla


Se llama así porque su madre veía esa isla nada más levantarse todos los veranos, y también por otras cosas que nunca me ha contado. Es una niña que en vez de mirar acaricia con los ojos. Tiene una piel muy blanca y fina, el pelo un poco rizado por las puntas y un flequillo natural.
Es muy valiente. Nada más nacer le pusieron una prueba muy difícil de salvar: tenía que dar un trocito de su cuerpo. Ella es muy generosa y lo da todo, y lo dió. De esa prueba le queda una cicatriz que cuando la veo me parece un adorno hecho con perlas en el medio de su tripa.
A ella le gusta mucho bailar, pero mucho mucho. Si no está bailando, anda de un lado a otro, cantando y dando palmas. Hace poco se fue al otro lado del mundo para ver cómo bailaban por allí y se ha hecho un montón de amigos.
Aplaude cuando algo le gusta; aplaude con las manos, con la yema de los dedos y con los dedos juntos también. Dice algunas palabras a su manera, se hace entender muy bien. A veces mira con una arruga entre los ojos, que es como una interrogación. Quiere mucho a la gente que le rodea y les aprieta muy fuerte con los ojos cerrados.
A veces la cojo y la siento en mis piernas. Me encanta leerle cuentos, y le huelo el pelo y le doy besos como metralletas y también le aprieto. Ella se cansa y me deja sentada, yo sonriendo y sintiendome feliz.

martes, 16 de septiembre de 2008

nadar


Me levanto muy temprano y me pongo el bañador. Todavía está oscuro, probablemente se me haga de día en el agua. Me acerco hasta el borde y me siento. Miro hacia adelante, el agua está quieta, no hay mucha gente hoy. Meto las piernas hasta la rodilla, qué buena está el agua. Me pongo el gorro y las gafas y me zambullo.
Buceo hasta que se me acaba el aire, estirando todo el cuerpo. Me dejo llevar sin hacer nada, sin mover nada. Cuando salgo empiezo a dar brazadas. Uno, dos, tres ...y respiro; uno, dos, tres y respiro. No pienso en nada, ahora sólo siento cómo se resbala el agua al avanzar. Mi cuerpo está relajado y a la vez trabajando, mi mente empieza a divagar y no le hago caso. Sólo siento que no peso, que no me cuesta avanzar.
Me paro cuando quiero y miro hacia fuera. Empieza a verse la luz del sol, la iglesia que está enfrente. Será un buen día, ya lo es, porque he ido a nadar.

domingo, 14 de septiembre de 2008

ablitas


No he nacido allí, pero da lo mismo. Mi madre y mi padre, mis abuelos todos, ellos sí nacieron allí. Es una parte muy importante de mí. Tan importante que cuando me voy me arrancan un cachito. Sé que me lo arrancan porque me duele.
Cuando estoy allí soy más yo misma que en cualquier otro sitio. Mi piel respladece con el sol, mis oídos se secan. Mi cuerpo está hecho para lo que hicieron otros antes; andar, recoger olivas, comer tomates, alcachofas y espárragos, madrugar, trabajar duro. También cantar y bailar.
Hay gente que se llama como yo, que tiene los mismos ojos y el mismo color de piel. Que tiene el mismo carácter y la alegría y fortaleza que yo tengo. También la cabezonería. Los hay que me conocen antes de nacer y a los que yo no conocí después de nacida.

Tiene olivos milenarios, viñas, campos con plantas de tomate, una iglesia con muchos estilos juntos, una laguna que es área de descanso para aves que están de paso, y el Moncayo. Está siempre ahí, arrojando una buena sombra. Se mira al Moncayo para ver el tiempo, para saber de dónde viene el viento, el cierzo, el moncaino, el bochorno. Hay gente que es especialista en los vientos, se sabe si va a llover, si hará calor.

Las estaciones son muy marcadas, en verano hace mucho calor, en invierno baja la niebla del Ebro y huele a la leña de las estufas. Me gusta especialmente la primavera. Salen las amapolas en los campos, preciosos puntitos rojos entre el campo verde.

viernes, 12 de septiembre de 2008

abrazo


Ahora es nuestro hogar. No nos une nada, no tenemos nada, no somos nada. Estar piel con piel, pecho contra pecho, boca en boca, eso ahora lo es todo. Lo único. Nos miramos a los ojos; yo me pregunto dónde he estado todo este tiempo.
Él ya no se viste con su traje de hierro. Su piel es más suave y cálida, sus manos saben tocar. Su aliento me da un poco de su vida y yo me la guardo.
Nos vemos y parece que no. Pero nos miramos y es que sí. Y ya no se puede parar. Y deseo que sea así cada vez, aunque la carne esté ya al rojo vivo, aunque nos pasemos las noches sin dormir, aunque al día siguiente el mundo siga girando y nos lleve hacia donde ya no hay vuelta atrás.
Pienso en el futuro... no sé. Pienso en la familia... y es que no. Pienso en la casa... y si no es ahora será pronto. Pienso en otras personas... y puede ser. Pienso en todo y me da igual, lo único que quiero es que me abrace de nuevo, porque lo demás me da igual.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

moriki



Hoy no es un pequeño placer lo que voy a describir. Hoy es una gran tristeza. Tenía 3 años, no abultaba mucho, apenas llegaba al kilo y medio, pero se hacía notar. Defendía a los que eran más grandes que ella, era muy cariñosa y se tumbaba con la tripita hacia arriba para que la acariciara. Le daban miedo los cohetes y escondía los huesos por el jardín. Le gustaba esperar a su dueño dentro, debajo o al lado de su furgoneta.
Qué raro hablar de tí en pasado...
Hoy le ha pillado un coche y ha cruzado el puente del arco iris. Seguro que allí le esperan moviendo el rabito Aris como el jefe, Zuri como la locatis caza mariposas, Lur, el pequeñín.
Te vamos a echar mucho de menos, Moriki guapa.

El Puente del Arco Iris

Hay un puente que queda entre el Paraíso y la Tierra, y se llama Puente del Arco Iris.

Cuando un animal que ha sido especialmente amado por alguien aquí en la Tierra muere, entonces va al Puente del Arco Iris.
Allí hay valles y colinas para todos nuestros amigos especiales, para que ellos puedan correr y jugar juntos.
Hay mucha comida, agua y sol, y nuestros amigos se encuentran cómodos y al abrigo.
Todos los animales que han estado enfermos o que eran ancianos, recuperan su salud y vigor; aquellos que fueron heridos o mutilados recuperan lo perdido y son fuertes nuevamente, tal como los recordamos en nuestros sueños de días y tiempos pasados.
Los animales están felices y contentos, excepto por una pequeña cosa: cada uno de ellos extraña a alguien muy especial, alguien a quien tuvo que dejar atrás.

Todos corren y juegan juntos, pero llega un día en que uno de ellos se detiene de repente y mira a la lejanía. Sus brillantes ojos se ponen atentos; su impaciente cuerpo se estremece y vibra. De repente se aleja corriendo del grupo, volando sobre la verde hierba, moviendo sus patas cada vez más y más rápido.

Tú has sido avistado, y cuando tú y tu amigo especial finalmente se encuentran, los dos se abrazan en un maravilloso reencuentro, para nunca separarse de nuevo. Una lluvia de besos cae sobre tu rostro; tus manos acarician nuevamente la cabeza amada, y puedes mirar nuevamente a los confiados ojos de tu mascota, tanto tiempo apartada de tu vida, pero nunca ausente de tu corazón.
Entonces los dos cruzan el Puente del Arco Iris juntos..

martes, 9 de septiembre de 2008

la señorita cochifrita



Se levanta con los rizos alborotados y con mucha hambre. Le gusta desayunar leche sola, sin galletas. La Señorita tiene siempre las uñas de la mano pintadas, a veces de blanco, a veces de rosa; le encanta el rosa. Cuando ve cosas rosas grita sin parar, emocionada. Tiene un dedo mágico, con el que señala lo que quiere. Este dedo sabe decir sí y no; es un dedo muy rotundo, todo lo que señala lo consigue. Habla mucho, pero en un idioma que nadie conoce, y sonríe. Lo primero que hace siempre es sonreir, por eso es tan especial la Señorita Cochifrita.
Le gustan los vestidos con tul y estrenar zapatos; los tiene de todos los colores, abiertos y cerrados.

Le gustan los animales, los gatos, los perros, los pájaros. Los llama frotando el dedo mágico y ellos le hacen caso. A los gatos les agarra del bigote. A los perros les intenta pisar la cola.
Anda a saltitos y muy rápido. Alguna vez se ha caído al suelo y ha llorado, pero enseguida se le pasa. Sabe sentarse y levantarse, coger cosas del suelo sin caerse; ir de la mano y llevar la silla de paseo.
La primera vez que le vi le tuve que esperar mucho tiempo. Yo estaba nerviosa porque no venía, pero al verla me puse muy contenta. Ella miraba todo con los ojos muy abiertos y se mordía un poco la mano. Estaba muy sorprendida y no habló en unos meses. Ahora nos conocemos bien y cuando nos vemos me señala con el dedo mágico y me sonríe.

lunes, 8 de septiembre de 2008

la nave nodriza


Conozco un sitio muy agradable para descansar. Es una nave espacial muy grande, que no se está quieta. En invierno va donde está el trabajo y la actividad, en verano sale a volar hasta donde está el calor. Esta nave tiene muchas habitaciones y una cocina donde cabe todo el mundo; está calentita en invierno y en verano aparece un jardín en el medio.

El piloto es un señor con barriga y "la pilota" una mujer con genio. El de la barriga hace a veces de cocinero, sobretodo cuando la nave está llenísima. La mujer con genio es la que manda, la que dice a dónde va la nave y también la que nos prepara las camas para que descansemos cómodos.

Los que vamos en la nave nos conocemos desde hace mucho tiempo. Algunos de nosotros no estamos todo el rato y hay otros que vienen algunos días y luego ya no vuelven más. Últimamente suelen subir dos astronautas muy pequeñas; es el mejor viaje entonces, porque cantamos y bailamos mucho. Nos gusta cantar, al que más al piloto de la barriga. Canta haciendo gorgoritos con los brazos en jarras. La señora con genio suele silbar y dar palmas para que las astronautas bailen.

Ha habido días en los que también hemos llorado en la nave. Son unos días muy raros, se va la luz, se apaga la música, nadie baila. Nos miramos unos a otros y hablamos bajito, hasta que un día alguien, tímidamente, empieza a contar historias divertidas; siempre es el mismo. Empezamos a sonreir por fuera, luego seguimos por dentro.

viernes, 5 de septiembre de 2008

caricias

Viven en una casa de colores. La han ido construyendo como los pájaros construyen su nido, cada día llevan una ramita para que no les entre el frío, otro día una hoja para que sea más cómoda su cama. Ya no les queda mucho por hacer, su casa está preparada para el invierno.
Viven juntos porque un día se encontraron por la calle. Hablaron un poco, se olieron y decidieron que construirían un nido de colores. Una parte es rosa, la parte donde ella duerme. Otra es azul, donde él escribe y sueña. Hay un sitio pequeño que es rojo donde se lavan el pico y las alas.
No hablan mucho durante el día, cada uno vuela fuera del nido para poder conseguir comida. Suelen llegar muy tarde y muy cansados. Intentan dejar fuera del nido la ropa sucia, las botas con barro, la mochila donde llevan todas las preocupaciones. A veces, sin querer, meten todo esto en el nido y lo manchan un poco. Hay veces que las manchas no se van y ella se va a dormir preocupada, él triste. Pero entonces, él se levanta a medianoche y se acerca para verla dormir. Le coge la cabeza entre las manos y le acaricia siguiendo el nacimiento del cabello, una y otra vez, sin decir nada, con mucho cuidado de no despertarla. La preocupación se va, la tristeza también. El nido se limpia solo. A la mañana siguiente no se dicen nada, cada uno recoge sus cosas y sale a volar.

jueves, 4 de septiembre de 2008

hoy empieza todo


Cansada de la rutina, intentando hacer de cada día un día único, empiezo esta aventura, como un bebé recién nacido, sin marcas ni pasado.

Todos los días me fijo en algo bonito. Si no lo hago, me parece un día perdido. Hay veces que no paro de ver cosas que merecen la pena; otras me cuesta mucho, me tengo que esforzar; es entonces cuando el día cambia. Todo depende de la perspectiva, del punto de inicio. Unas veces es la luz del amanecer, con eso ya me basta. Otras es la mirada de alguien que veo desde mi ventanal, una mirada que se transforma en una sonrisa, una canción, una foto, la frase de un libro, un objeto, un sabor, ... hay tantas cosas...

Este blog es también para ellas. Quiero enseñarles a mirar bien, a no quedarse en la superficie, a que sepan que aunque el día esté gris, hay pequeñas lucecitas que nos iluminan. Ellas son muy pequeñas y no saben leer así que pondré fotos y les diré a sus madres que se lo lean. Así que.... va por vosotras!