lunes, 20 de octubre de 2008

mi tío carlos


Nos hacía la escultura de un coche en la arena, cerca de la orilla. Nos sentábamos dentro y nos mojaban las olas cuando subía la marea; el coche iba llenísimo, dos delante y otras dos detrás; se deshacía con cada ola y nos entraba la risa.
Se hacía arpones con varillas de frigorífico y luego nos comíamos los cangrejos que pescaba.

Cuando íbamos al monte, al Upo, llevaba una mochila mágica en la que cabía de todo: una baraja de cartas, tiritas y mercromina, un cuchillo de esos con tenedor, abrelatas y tijera, aguja e hilo de coser, todo lo que es necesario en un día de monte, en paquetitos pequeños y bien organizados.


Pintaba cuadros de su mujer, muy joven entonces. También de Heidi para nosotras. A su hija le cuidaba muy bien, y a nosotras también. Nos ordenaba las zapatillas al ir a dormir y recogía la ropa que estaba por el suelo, nos arropaba en la cama.

Escribía muy bien, con una letra muy bonita. Las as las hacía como triángulos y no se torcía nada.

Ahora se jubila. Le quedan apenas dos semanas y empezará una nueva vida. Su mujer ya se la ha organizado un poco, pero creo que hará lo que quiera. Paseará al perrito que ha adoptado como suyo, jugará con sus sobrinas nietas, esperando que venga el nieto de verdad; viajará, seguro.
Estoy muy contenta por él, espero que esta etapa sea larga y la disfrute.

2 comentarios:

Julia dijo...

y yo también lo espero...


un beso

pirsinia dijo...

Yo también lo espero.

Un besito, Charles!!