
Llegamos a mediodía a la estación de Montparnasse. Ahí empezó todo, las risas, las canciones, los buenos y malos momentos, pero siempre juntas las cuatro.
Era verano y París estaba lleno de gente. Nosotras habíamos ido porque teníamos una cita, el miércoles 3 de Julio en el cementerio Perè Lachaise. Ese año era el 25 aniversario de la muerte de Jim Morrison, que nos encantaba, bueno, sigue ahí todavía. Solíamos gritar como mantras algunas de las letras de sus poemas, love for the fat girl!! , y la sola mención de su nombre Jim Morrison!! nos daba fuerza, qué cosas.
Nos alojamos en un albergue cerca de la plaza de la Bastilla. Había ido con mi hermana unos años antes; allí conocimos a una pareja de novios de Soria que estaban de luna de miel. Para cenar comían como nosotras, queso que se habían traído de casa y bocadillos de jamón.
Nos tocó una habitación para las cuatro con un lavabo y cuatro literas. Solíamos cenar allí, porque no nos llegaba más que para comprar cervezas en el supermercado. Recuerdo un tupper de Mónica en el que llevaba huevos duros que comíamos con el pan robado del desayuno. Esa habitación fue la más visitada. Un día apareció un simpático irlandés, otro día dos noruegos, otro Miha, entonces yugoslavo.
Encontramos un bar enfrente de la que fue casa de Jim. Lo regentaba Vieran, otro yugoslavo y servía unas cervezas que se llamaban 33. Allí pasamos mucho tiempo, tenía las paredes forradas con fotos de The Doors, Jim, artículos de prensa, cartas manuscritas. Nos contaba historias y las coincidencias de su vida con el número tres.
Y el día tres fuimos al cementerio. Es muy grande, como un bosque. Había flechas de tiza que señalaban el camino a la tumba de Jim. También están allí Edith Piaf, Oscar Wilde, mucha gente... Su tumba era muy sencilla, un monolito de granito con una chapa de metal con las letras en relieve. Ese día llegó un ramo de rosas rojas de los padres, había un montón de gente de todos los países posibles, de todas las edades, madres con hijos, gente mayor de la época, muchos jóvenes, Ivo... No nos dejaron cantar, tampoco beber. Había un gendarme con mala leche plantado allí.
Íbamos con las camisetas de The Doors que nos habíamos hecho en casa, Moni con un piercing en la nariz que se le movía todo el rato y que colocaba con el dedo meñique, Ira con su cámara de fotos.
Han pasado ya trece años y la vida nos ha llevado a cada una a su sitio. Moni tiene un niño precioso, Silvie vive en Barcelona, Ira encontró el amor que vino del otro lado del océano. De este viaje nos quedan muchas historias y un lazo que no se ha roto y no creo que se rompa nunca.
¡JIM MORRISON!