lunes, 7 de septiembre de 2009

una historia

Era el último día. Estaba el cielo un poco gris, pero hacía calor; parecía que iba a haber tormenta. Ese día vino mucha gente, el albergue estaba completo. A última hora apareció una mujer joven de unos 40 años. Estaba un poco cansada pero se le veía fuerte. Ya no había camas libres y había empezado a llover. Le acompañé al frontón, allí podría al menos dormir a cubierto. Miré al cielo y vi dos arco iris, uno encima del otro. Le dije que  no se preocupara, que tendríamos suerte.

El viernes pasado, tres días después de la vuelta, caminaba con prisa por Bilbao. Iba cargada con bolsas, la perra, la carpeta del trabajo. Llegaba tarde a una comida con amigas. Pasé al lado de la terraza de un bar, en el Casco Viejo. Vi a una mujer sentada y me fijé un poco mejor, parandome y adelantando la cabeza. Ella entonces me vio.
¿Qué haces aquí? me dijo. Vivo aquí, ¿qué haces tú aquí?
Me contó que no se había sentido bien, que echaba de menos a su familia, que volvía a casa. Ella es de Suecia, enfermera de ambulancias, madre de dos niños. Le dije que trabajaba cerca, que si le apetecía, se pasara más tarde por el estudio. Se lo señalé en el plano y subió.
Estuvimos tomando un te, la tarde se había puesto un poco fea y apetecía. Nos mirábamos con sorpresa, le enseñé el local, charlamos. Al cabo de una hora se fue, más animada por el te y la conversación.

Estas son las cosas del camino.

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